La recuperación eeconómica continúa su camino y lo hace, contra todo pronóstico, sin síntomas de agotamiento, conformando así un balance general muy positivo en el primer trimestre de 2017. así, y como ya ocurrió en la anualidad anterior, las posiciones se siguen corrigiendo al alza, consecuencia de primer orden de la persistente política acomodaticia y los menores desequilibrios fiscales.

 

En cualquier caso, se detecta la pérdida de fuelle de ciertos vientos de cola junto con algunas amenazas que impiden disipar las dudas. Entre ellas destaca, en primer lugar, la incertidumbre, mucha de ella de naturaleza política, que está alentando corrientes proteccionistas en algunas grandes potencias internacionales, como se ha puesto de manifiesto en distintos procesos electorales de gran calado para Europa. En segundo término se encontraría el terrorismo islamista, fuente de inestabilidad en Oriente Medio y cuya crudeza se ha manifestado incluso en territorio europeo. En tercer lugar, los ciberataques, capaces de hacer cundir el pánico en la economía mundial por sus efectos en red, que afectan incluso a empresas tecnológicas punteras.

 

Los elementos señalados son en todo caso, actores relevantes de un nuevo marco que obligará a las empresas a desarrollar estrategias novedosas y que pone de manifiesto lo diferente que es la situación actual a la de un pasado no tan lejano. En el centro de ese tablero se encuentra la economía murciana, que intenta recuperarse de la crisis económica iniciada a finales de la década anterior, sin duda la más aguda que ha vivido desde que hace 35 años se aprobase su Estatuto de Autonomía. De hecho, ese impasse económico o Gran Recesión, es la historia de fondo que une dos fotografías bien diferentes. Entre ellas ha habido profundos cambios sociales y económicos a los que se ha intentado dar reflejo en el Boletín de Coyuntura Económica de CROEM, de cuyo primer número se cumplen ahora diez años. La historia que narra el Boletín -y que se intenta resumir en un dossier especial- es la del final de un auge, la de un tremendo y relativamente inesperado hundimiento, y el esfuerzo por volver al punto de partida.

 

En el último capítulo vivido hasta el momento, adquieren un protagonismo propio la reactivación del consumo y la aportación positiva de la Agricultura y el Turismo.

 

Entre ambos, motores indiscutibles del impulso económico reciente, debe buscarse un punto de equilibrio no siempre fácil de encontrar, como ha puesto de manifiesto la mejorable situación del Mar Menor. El telón de fondo lo conforman, de manera invariable durante todo este tiempo, la escasez de inversiones (ejemplos son la ralentización de la llegada de la Alta Velocidad, la falta de inversión del corredor ferroviario de mercancías, o el nuevo retraso de la variante de Camarillas) y la pertinaz sequía. Finalmente, es obligado volver la vista hacia esos actores secundarios que bajo ningún concepto deberían ser olvidados, encarnados por esas variables que acumulan más retraso en el proceso de recuperación en el que está inmersa la Región. Hasta que no se recuperen las variables laborales -tanto cuantitativa como cualitativamente- y se converja a los niveles de renta nacionales, no se podrá dar por zanjada la crisis.

 

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